Rubén Talón

pianista

Rubén Talón

Foto: Ciro Valerio Gatto

Considerado por la crítica y el público como uno de los pianistas españoles con mayor proyección internacional de su generación. Su trayectoria, avalada por más de veinte primeros premios nacionales e internacionales, comienza en el Conservatorio Profesional de Música José Iturbi (Valencia) con 12 años, donde logra las máximas calificaciones. En 2006 inicia sus estudios en el Conservatorio Superior de Valencia y en el Conservatorio de Rueil-Malmaison (París) en la clase de Denis Pascal, quien será su maestro durante 4 años y donde cursa los niveles de perfeccionamiento y virtuosismo. En 2010 obtiene en el Conservatorio Superior de Valencia la titulación superior con matrícula de honor, teniendo como profesor a Francisco Baró y perfeccionándose con maestros como Alicia de Larrocha, Maria João Pires, Dimitry Bashkirov, Jaques Rouvier, Lazar Berman, Joaquín Soriano, Sergio Perticaroli, Akiko Ebi, Boris Petrushansky, Jerome Rose, Alexander Lonquich, Vovka Ashkenazy, Sergei Dorensky, Michel Béroff o Rudolf Buchbinder, entre otros.

Ofrece conciertos como solista en España, Francia, Italia, Austria y Alemania, además de haber colaborado en conciertos con agrupaciones camerísticas y acompañamiento de cantantes.

En 2010 es admitido en la Accademia Pianistica Internazionale Incontri col Maestro de Imola (Italia), la escuela de alto rendimiento más prestigiosa de Europa y la más galardonada en el ámbito mundial, donde actualmente cursa el último año de graduación.

El Ser Creativo

Todas las personas tenemos ideas con las que nos identificamos, por las que estamos dispuestos a invertir nuestra energía y asumir riesgos. Aprendemos mejor desarrollando ideas propias que ajenas porque estamos comprometidos con ellas de partida.

Desde la infancia, la música clásica siempre me ha llamado la atención. Con apenas unos meses de edad, cuando en mi casa sonaba música de Beethoven o Mozart, iba gateando hacia el altavoz y me quedaba sentado a su lado para escucharla atentamente.

Recuerdo que en el colegio, en mi etapa de Educación Primaria, había un pequeño piano que, a veces, tocaban en clases de Música y me llamaba mucho la atención. Como anécdota, recuerdo que a la edad de 7 u 8 años mis padres me apuntaron a unas clases extraescolares, en las que durante un mes había una actividad específica de aprendizaje de piano. Al terminar el mes, el profesor se reunió con mis padres y les dijo que tenía muy claro una cosa: jamás sería pianista porque no tenía paciencia. Lo curioso es que recuerdo que me hacían dar palmitas y yo no quería hacer eso, sino aprender a tocar el piano, que me mostraran las posibilidades que escondía aquel apasionante instrumento. Yo quería aprender más rápido, necesitaba otro enfoque, otro ritmo de aprendizaje. No es que no pudiera concentrarme, sino que estoy convencido de que con otro método de aprendizaje hubiera visualizado en esa ocasión mis capacidades.

Mi primer contacto real con el piano fue de casualidad. Tenía 12 años y acudí al cumpleaños de un amigo al que le regalaron un teclado y, cuando tuve la oportunidad de tocarlo ese día, me fascinó comprobar que tenía cierta facilidad de reproducir las melodías que pensaba. Vamos, lo que se dice coloquialmente “tocar de oído”. Poco después, mis padres me compraron un sencillo teclado y a partir de ese momento, y sin poder remediarlo, tocaba todos los días, a todas horas… Me sentía feliz con ello.

Caprichos del destino, mi vecina me escuchaba ensayar a diario. Era integrante de la Asociación de Padres del Conservatorio José Iturbi de Valencia y propuso a mi familia presentarme a un profesor de piano que impartía clases en el conservatorio, llamado Ricardo Roca. En ese momento, carecía de formación musical, pero él vio que tenía quizá lo más importante: la ilusión. A menudo me recuerda que una de sus primeras preguntas fue: “¿Cuándo tocas el teclado?”, a lo que le respondí: “Toco el teclado cuando me levanto, después de desayunar, antes de ir al colegio, cuando vuelvo del colegio y antes de acostarme, también”. Y es que la verdad, siempre que podía, trataba de sacar una melodía de oído.

En la primera audición que tuve oportunidad de realizar ante Ricardo Roca, no dudó en brindarme la posibilidad de poder recibir una hora a la semana de clase de piano, consiguiendo con ello que descubriera el fantástico mundo de este instrumento. Él supo ver que tenía pasión por la música y un mundo interior por descubrir y explorar. Por ello, le estaré siempre agradecido.

Hay que ser conscientes de que en muchas ocasiones no es fácil, ni se propicia, la búsqueda del talento potencial que podemos esconder cada uno de nosotros. Tienes que tener la oportunidad de que te lo presenten, de que te lo den a conocer, de que puedas expresarlo y sentirlo y es en ese momento cuando después de hallarlo uno siente que empieza a conocerse realmente. Estoy convencido de que todo el mundo tiene talento, con mayor o menor intensidad, pero en muchas ocasiones permanece larvado y adormecido. Por ello, en algunas ocasiones sucede que una serie de casualidades o hechos se erigen como un elemento catalizador que lo descubre y lo activa. En mi caso, está claro que jugaron un papel fundamental la predisposición de la vecina en dar a conocer mi inquietud por la música, mi profesor Ricardo Roca y, sin duda, el apoyo y comprensión de mis padres desde el primer momento. Tengo muy claro que sin un entorno propicio como el que construyó mi familia quizá no hubiera descubierto mi pasión por la música. Por ello, nunca tendré palabras de agradecimiento suficientes hacia mis padres por la comprensión, el apoyo y el cariño que me han mostrado siempre. Para cualquier músico el sentirse respaldado por su familia es un factor clave para su carrera. Sin ellos, tengo claro que no hubiera llegado hasta aquí. Recuerdo con cariño cómo mi hermana Carla, cuando tenía 4 años, venía a mis primeras audiciones y cuando terminaban me regalaba siempre un dibujo como premio. Inolvidable.

El Ser Emprendedor

Aprendemos mejor si tomamos por nosotros mismos decisiones de riesgo para llevar nuestras ideas a la acción. El emprendimiento no es un campo de conocimiento, sino un rasgo de personalidad.

Ricardo Roca me dio clases de una hora a la semana durante un período de nueve meses sin retribución alguna, pues su único interés era que me desarrollara como músico y porque, desde el primer momento, confió en mi potencial. En ese tiempo consiguió motivarme de tal manera que me volqué al máximo en el aprendizaje del instrumento y de las estructuras musicales a través del solfeo que conseguí entrar por libre en el 5º curso de Piano del Conservatorio José Iturbi de Valencia, grado que me correspondía a los 12 años de edad que tenía en ese momento.

Recuerdo que unos años más tarde, cuando cursaba 1º y 2º de Bachillerato, se me acumulaban todas las asignaturas del instituto mas las diez del conservatorio. Casi ni dormía, porque llegaba a casa a las diez de la noche y las fuerzas solo me permitían estudiar un poco, pero el cansancio finalmente me vencía. Aún así, no llegaba triste ni agobiado a casa porque hacía algo que me gustaba al haber descubierto mi verdadera pasión. Esa etapa fue muy importante para mí y lo es para todos los músicos en mi situación, pues te das cuenta que la pasión por tu vocación te hace vencer cualquier obstáculo que se cruce en tu camino.

Tengo que reconocer que en el instituto me ayudaron mucho, respetando y flexibilizando en varios ocasiones los compromisos de asistencia para que pudiera compaginarlos con las exigencias de asistencia al conservatorio. Por otro lado, esos mismos profesores también me animaron a intentar cursar una carrera universitaria, complementaria o alternativa al Grado Superior de Música, pues me reiteraban, una y otra vez, que sin ella no lograría nada en la vida.

Me matriculé en ADE en la Universidad de Valencia y el primer día que fui pensé “¿qué hago aquí?”. Es algo para lo que sabía que yo no estaba hecho. Podía haberlo hecho seguramente, pero sabía que no iba a ser feliz. Mis padres en un principio se preocuparon, pero a su vez eran conscientes de que, desde que a los 12 años descubrí la música, era inmensamente feliz estudiando piano y que mis capacidades se veían realizadas a través del conocimiento y el dominio del instrumento, por lo que no dudaron en apoyar mi decisión y se volcaron conmigo para que consiguiera mi sueño de ser profesor de piano y, a futuro, concertista.

La constancia y el creer en lo que hago es lo que me ha llevado hasta aquí. Recuerdo que, en muchas ocasiones, cuando me llamaban los amigos para jugar al tenis o al fútbol yo siempre les decía que tenía que estudiar el instrumento y sabían que no eran pocas horas, pues desde los 18 años he tenido que dedicarle una media de siete diarias. No me molestaba tener que decirles que no, porque mi felicidad descansaba estando cerca de la música. Era consciente de que tenía la suerte de haber descubierto mi verdadera vocación y eso me daba la vitalidad necesaria para tener una tremenda constancia en el aprendizaje. Hablo de constancia, no de sacrificio, porque nunca me ha supuesto un esfuerzo, malestar o dolor… Me llena y me hace muy feliz.

En el Conservatorio Superior de Música teníamos unas quince asignaturas. Honestamente, creo que la educación reglada, en niveles de conservatorios superiores y en el caso de estudiantes con clara vocación de intérprete, debe de estar más enfocada a posibilitar la identificación del músico con la práctica del instrumento y a la búsqueda de su realización personal, pues una innumerable cantidad de asignaturas pueden llegar, en ocasiones, a debilitar la verdadera vocación del intérprete. Uno necesita pasar tiempo con el instrumento y tiene que aprender a conocerse a sí mismo a través de él. En el Conservatorio de París, uno de los mejores del mundo, se sorprendían con esto porque ellos sólo tienen cuatro, pues se centran más en lo necesario: Armonía, Análisis, Historia de la música y Piano.

Asimismo, aunque el conservatorio, como educación reglada, fue un espacio que me ofreció muchas cosas, mi verdadera realización como músico se construyó cuando tome la decisión de viajar y desplazarme a las instituciones y/o masterclass que contaran con prestigiosos maestros nacionales e internacionales y, ante todo, teniendo la oportunidad de conocer a personas que viven y conciben su vida artística, de forma similar a como lo hago yo. Tengo que reconocer que estos objetivos los conseguí, teniendo el honor de ser el primer español en lograr entrar en la prestigiosa Academia Pianística “Incontri col Maestro” de Imola (Italia).

El Ser Social

Aprendemos mejor si mostramos a los demás el resultado de nuestro proyecto, porque el feedback social a nuestra idea inicial refleja una información valiosísima para aprender y mejorar.

Recuerdo perfectamente mi primera actuación en público. Fue en una audición de clase y los nervios me superaban. Subirse a un escenario y tocar delante del público requiere una gran preparación y estudio, confianza en uno mismo y, por lo tanto, un exigente aprendizaje. Tienes que ser consciente de que debes de ser capaz de conseguir el sueño de poder ofrecer un concierto ante grandes auditorios. El afrontar un concierto, sin lugar a dudas, es un gran reto, pero ante todo es la ilusión por y para la que un intérprete debe de apasionarse todos los días, pues a través del concierto se puede alcanzar el principal objetivo de un músico, que no es otro que despertar la emoción del público asistente.

El hacer feliz al público, para mí, es lo más importante y el motivo principal por el que me esfuerzo y estudio en busca de la excelencia. Creo que nuestra principal misión como músicos es dar a conocer el mensaje que el compositor ha escrito, pero por encima de todo como músicos debemos exigirnos que el público sienta algo, que salgan felices y que les haya aportado algo de emoción.

Y después están los jurados. He participado en muchos concursos y teniendo claro que la experiencia siempre es enriquecedora, un cierto carácter de subjetividad se puede evidenciar, en algunas ocasiones. Su feedback es muy importante para un músico, pero, en cambio, tengo claro que el conseguir al final de un concierto ver a un público emocionado y lleno de energía es el mejor y más objetivo premio que un intérprete puede recibir.

El Ser Interior

Aprender a reflexionar y a leer en nuestro interior con autenticidad es el camino al autoconocimiento y al desarrollo personal.

Hay personas que tiene mucho talento, pero da la impresión, en ocasiones, que no se esfuerzan lo necesario para que dicho talento brille. El talento es importante, pero para conseguir la excelencia en el trabajo final tienen que estar presentes el esfuerzo y la constancia. Hay que ser conscientes de que en el mundo de la música los resultados no son inmediatos. Se evidencian a muy largo plazo y como músico siempre tienes la convicción de que tienes que aprender constantemente. Este esfuerzo no está carente de contratiempos, pero por otra parte –y eso es lo que seduce a un músico– el reto de buscar la excelencia continua es un atractivo al que uno difícilmente se puede resistir.

Soy muy feliz en lo que hago y cada día siento que lo soy más. Me levanto con energía para trabajar y con la ilusión de seguir ofreciendo mi vida a la música. Por todo ello me siento una persona muy afortunada.

Volver a ver todos los embajadores »